jueves, 17 de junio de 2010

AUDIENCIAS 7 y 8 DE JUNIO

La semana comenzó con la declaración de Alicia Quirós de Rapaport, esposa de Horacio Rapaport, asesinado luego de ser retirado del Penal. Relató como fue variando, -en paralelo con el endurecimiento de las condiciones de detención dentro del penal- el trato a los familiares de los presos.

Luego relató que mediante un telegrama, el Servicio Penitenciario le informó el supuesto “suicidio” de Rapaport en un “traslado” y realizó un minucioso relato de la odisea que debió atravesar para recuperar el cuerpo, cosa que recién logró doce días después y bajo determinadas condiciones: no debía publicar obituario, ni hacer velatorio, y no tenía que volver a verse con ningún familiar de los detenidos en la Unidad 9. Recién en 1983 pudo reencontrarse con los compañeros de su marido.

Luego declaró el perito del Cuerpo Médico Forense Raúl Ferreres, por el homicidio de Alberto Pinto.

Ferreres fue contundente, en primer lugar al afirmar que el estallido de yeyuno que presentaba Alberto Pinto fue provocado seguramente en el primer día de permanencia en el calabozo de castigo –detalle fundamental a la hora de endilgar responsabilidades- y refirió que solo pudo ser provocado por un golpe, o más bien “una golpiza”.

Ferreres descartó la posibilidad –alegada por los penitenciarios- de que las lesiones se debieran a las convulsiones producto de la epilepsia que padecía Pinto. Y afirmó que alguien que padece una enfermedad de ese tipo no puede permanecer aislado y sin control médico.

A continuación Mario Colonna, relató que fue secuestrado con su hermano, y pasó por el Regimiento 7 , el Pozo de Quilmes y la Tercera de Valentín Alsina, antes de recalar en la U9.

Colonna, estudiante de medicina y militante sindical en esa época, se indignó al recordar el accionar de los médicos. Y preguntó al Tribunal por que no estaba entre los imputados la Chancha García, a quien recordó como parte de la patota del Servicio Penitenciario.

Continuó la jornada Rafael Moreno Kiernan, Secretario de la Asociación Judicial Bonaerense. Moreno se refirió al accionar de los médicos, cuando estuvo confinado en “los chanchos”: “…el médico me dio un comprimido, al pedirle agua para tomarlo me indicó la letrina…”

Ingresó en la U9 en octubre del 76, proveniente de Córdoba –donde se encontraba por una reunión gremial- en donde fue herido en una pierna y luego de pasar por los CCD de La Perla, Pozo de Banfield, sección perros de Campo de Mayo y la cárcel de Devoto.

Recordando la requisa del 13/12/76 contó que logró ver antes de la golpiza a personal con cascos y armados e incluso una ametralladora a la entrada del pabellón lo que lo llevó a pensar que les iban a aplicar la “ley de fuga”. Al describir lo vivido en U9 dijo “…la rutina represiva era como la gota que orada la piedra… en los chanchos los interrogatorios con golpes y torturas eran similares a los del CCD… a pesar del régimen de opresión no lograron quebrar la subjetividad de los presos…” También narro que si bien todo el sistema era represivo, había guardias que eran particularmente crueles, entre las que se destacaban las que estaban dirigidas por Fernandez (el manchado) y Ribaynera (el nazi). Moreno Kiernan fue liberado el 11 de Setiembre de 1982.

Finalizó la audiencia con la declaración de Ricardo Victorino Molina, quien siendo delegado en la fábrica Kaiser Aluminio , fue secuestrado el 14 de abril de 1977. Luego de haber pasado por el CCD “La Cacha” es llevado a la Comisaría 8ª de La Plata donde es “blanqueado” y llevado a la U9 en junio del 77 hasta 1979 de donde sale con libertad vigilada. Refirió que en la Cacha escuchó diversos apodos de represores, entre ellos “El Oso” y “Palito Ortega”, y que se rumoreaba en el lugar que había personal del Servicio Penitenciario entre los represores.

Al igual que muchos de quienes declararon refirió a la particular dureza de las guardias de Fernandez y Ribaynera. Relató que el nacimiento de su hija le fue informado en la carcel por empleados del Registro de las Personas. Su compañera y madre de la niña Liliana Galarza , estaba en ese momento en cautiverio (Brigada La Plata) y hoy permanece desaparecida.

El día martes declaró en primer turno Gustavo Bravo Almonacid médico penitenciario quien ratificando sus declaraciones anteriores afirmó que los médicos de guardia tenían obligación de recorrer diariamente los calabozos de castigo, desestimando así los argumentos de la defensa de los tres médicos imputados por el homicidio de Alberto Pinto. Afirmo también que un detenido con la patología de Pinto nunca debió haber sido alojado en las celdas de castigo.

Luego fue el turno de Juan Carlos Gonzalez Blanco también perito del Cuerpo Médico Forense, quien fue terminante al decir que Pinto nunca debió ser enviado a la celda de castigo, que la atención que recibió no fue adecuada y que el retardo en haber recibido dicha atención condicionó negativamente en la posibilidad de sobrevida de Alberto Pinto.

Finalmente, la defensa desistió del testigo Julio César Brolese, quien como parte de la Oficina Pericial de La Plata había realizado también pericias en el caso Pinto.

Justicia Ya! La Plata

AUDIENCIAS 30 DE MAYO y 1ª DE JUNIO

Luego del receso por el feriado de la semana anterior, este lunes se reanudó el juicio a los genocidas de la U 9.

Durante las audiencias del lunes y martes dieron testimonio los compañeros Gustavo Calotti, Mario Carlos Zervino, Calos Stremi, Guillermo Ernesto Mogilner, José Brontes, Hugo Ernesto Godoy, Carlos José Masera, Facundo Raúl Urteaga y Abel Horacio Piccinini

Gustavo Calotti relató su secuestro cuando era estudiante del quinto año del Nacional de La Plata, y militante estudiantil. Relató su paso por diversos centros clandestinos y su llegada a la U9. Calotti ratificó que Carlos Pinto fue sancionado y enviado a los calabozos cuando intentaba explicar que era epiléptico y que por ese motivo le costaba hablar.

Afirmó que el régimen era concentracionario y emotivamente, rememoró que compartió casi un año con Jorge Julio López, en el pabellón N 5. López le contaba su angustia por la situación de su esposa y sus dos hijos pequeños, ya que era el único sostén del hogar.

Mario Carlos Zervino, confinado en la U9 desde octubre de 1976 tras un traslado masivo desde la cárcel de Devoto, remarcó que a partir la requisa del 13 de diciembre, hubo un punto de inflexión donde desapareció la ley y cualquier tipo de norma para regular la convivencia, con la lógica propia de los sistemas concentracionarios. Los castigos eran permanentes. Narró que dentro de este dispositivo había dos cuestiones fundamentales, una la de intentar perder la noción de lo temporal y otra orientada a la despersonalización, el empuje al extremo individualismo.

Su testimonio clarificó aún más el accionar del terrorismo de estado al señalar la necesaria participación de los penitenciarios en el secuestro y desaparición de muchos de los familiares y abogados de los presos, al denunciar que su hermano desapareció luego de una visita a la U9 en febrero de 1977 y el secuestro de su madre como la de otros integrantes de la Comisión de Familiares de Presos Políticos.

Guillermo Ernesto Mogilner relató el secuestro de su madre a quien al liberarla se le puso como condición que no lo visitara en la U9. Mogilner afirmó que aunque parecía que se castigaba cualquier cosa, las sanciones tenían una lógica que ahora resulta absolutamente clara: se castigaba que el detenido tomara decisiones autónomas, la comunicación y la solidaridad entre los presos.

Relató diversos casos de destrucción psíquica y física dentro de la cárcel, el ensañamiento con los más débiles, y la gran cantidad de muertos al salir del penal, o en pocos años. Finalmente, se refirió a la desaparición de su hermano.

Cerró la jornada José Brontes, quien afirmó que las autoridades del penal no podían ser ajenas a los secuestros de familiares. Relató el secuestro de su madre, quien formaba parte de la Comisión de solidaridad con los presos. Emotivamente, relató que luego que la esposa de Jozami, secuestrada en la ESMA, fuera llevada a visitar a su marido, durante mucho tiempo tuvo la esperanza que su madre también llegara, pero eso nunca sucedió.

El martes, comenzó la jornada Carlos José Masera histórico dirigente cordobés de Sitram-Sitrac, relató su paso por La Perla, y mencionó el traslado de Alberto Pinto amarrado al piso de un Hércules desde Córdoba a la Unidad 9: “Lo castigaron y fue muerto en la cárcel. Lo mataron a patadas en los ‘chanchos’”.

Luego declaró el Secretario General de ATE, Hugo Ernesto Godoy quien también señaló que en la Unidad 9 hubo una estrategia de exterminio a cargo del Servicio de Inteligencia del Ejército y del Servicio Penitenciario Bonaerense. Destacó que a partir del golpe, la cárcel comenzó a poblarse de presos de todo el país, y de los trabajadores de empresas de La Plata y el conurbano: SIAP, Propulsora, Rigolleau, Astilleros. Respecto a la asunción de Abel Dupuy como Director del Penal aseguró que a partir del 13 de diciembre de 1976 se institucionalizó un régimen que inauguró un mayor y sistemático endurecimiento del sistema carcelario, no sólo para los presos sino para los familiares y que este accionar tuvo personal elegido y preparado para eso. También refirió a los homicidios de Dardo Cabo, Rufino Pirles, Ángel Georgiadis y Horacio Rapaport.

Durante su declaración, nuevamente el “Oso Acuña” provocó al público y fue desalojado de la sala.

Facundo Raúl Urteaga relató que lo detuvieron el 4 de enero de 1977, luego de pasar por varios lugares a fines de enero lo pusieron a disposición del PEN y lo trasladaron a Devoto para desembocar en la Unidad 9 a principios de febrero de 1977. Refiriéndose al régimen alimenticio en el penal lo describió como malo, “de difícil digestión, en algunos casos tenía bichos, el mondongo en varias oportunidades estaba sucio. Excepcionalmente daban buena comida cuando estaba por visitar la Cruz Roja”.

Abel Piccinini, fue detenido en su lugar de trabajo, el astillero Río Santiago, Recordó que lo que más le afectó fue la tortura psicológica, el ruido de los candados y las llaves: “los sonidos no se curan” dijo. Además contó que en una oportunidad llegaron al penal detenidos, que venían de la cárcel de Caseros, con la muñecas atadas con alambre y que éste los había lastimado tanto que se veía el hueso.

Los testimonios escuchados en las jornadas del 1 y 2 de junio reafirman a la U9 como un punto de articulación entre lo que el régimen de facto mostraba como “legal” y lo ilegal, formando parte de un mismo plan de exterminio físico y psicológico destinado a implantar el terror que permitiera la sumisión del conjunto de la sociedad.

Durante esta semana, continuarán las declaraciones y comenzarán a escucharse testimonios referidos a la muerte de Alberto Pinto. Declararán:

Lunes 7 de junio: Alicia Quirós de Rappaport, Alberto Ferreres (médico del Cuerpo Médico Forense), y los ex detenidos Mario Colonna, Rafael Moreno Kiernan y Ricardo Molina

El martes 8 de junio declararán los médicos penitenciarios y del Cuerpo Médico Forense Ricardo Adala, Gustavo Bravo Almonacid, Juan Carlos Gonzalez Blanco, Juan Carlos Bruschetti y Héctor Castillo.

Justicia Ya! La Plata

miércoles, 2 de junio de 2010

AUDIENCIAS 17 Y 18 DE MAYO

En el día lunes 17 de mayo, ell primer testigo fue Pedro Niselsky quien inició su relato con la detención sufrida el 25 de marzo de 1976 en su casa por parte de Prefectura y la Marina quienes lo trasladaron a la Escuela Naval de Ensenada con los ojos vendados.
Pedro era un empleado de Astilleros Río Santiago, un gremialista. Durante los interrogatorios que sufrió durante su secuestro se le preguntaba constantemente donde se encontraban las armas y quien había puesto la bomba.
Fue trasladado a la U9 con otros compañeros, y al llegar a la misma fueron recibidos por un doble cordón que a su paso los golpeaban dándoles trompadas y puntapiés. Y tras esto fueron llevados a una sala donde el director del penal les hace sacar la capucha, pudiendo identificar la presencia de dos médicos por su guardapolvo blanco.
El testigo estuvo presente en la requisa del 13 de diciembre y sobre la misma recordó que delante de él se encontraba su compañero Savala, a quien “Le dieron muchos golpes. Llegué a escuchar como le partían la mandíbula”.
También contó sobre su pasada por los chanchos, en la cual estuvo diez días por haber sacado dos platos de comida.
Sufrió dos interrogatorios por parte de militares. El primero fue realizado por lo que el denominó ”La inquisición”, militares, penitenciarios y un cura. Le preguntaron nuevamente por las armas, por la bomba en la fragata y quienes lo estaban visitando. El segundo estuvo a cargo de dos militares jóvenes uniformados, dos oficiales.

Luego habló Juan Cristóbal Mainer, quien fue detenido en Capital Federal el 29 de septiembre de 1976 y trasladado a un Centro Clandestino de Detención, junto a su hermana Marisel, su madre y su cuñado. Del 13 al 31 de octubre pasa a la Superintendencia de Coordinación Federal y luego es trasladado a Devoto durante 20 días aproximadamente hasta que una noche en un gran operativo es llevado a la U9.
Era fines de noviembre cuando al fin pudo salir al patio. Tenía 17 años cumplidos recientemente. (12 de octubre).
Estuvo una sola vez en los chanchos. Un guardia lo había autorizado a orinar en el patio y Rebayneda lo vio y lo llamó. Fue golpeado desde el patio hasta los chanchos. Era pleno invierno y lo sacaban al pasillo y lo bañaban con una manguera con agua helada. Lo metieron en la celda de seguridad nuevamente con un uniforme de verano y apareció un médico quien abrió la mirilla y dijo “que siga acá” y la cerró.
Los guardiacárceles pegaban constantemente. “Era porque si; era totalmente arbitrario. Porque estaba abierta la mirilla, porque la sábana no estaba doblada como decía el reglamento de la cárcel; porque estaban acostados en un horario que no era el de descanso. ¿Quién va hoy a los chanchos? Era una constante.”
Vio militares únicamente por una situación personal. Dos guardias lo llevaron al despacho de Dupuy donde se encontró con un militar “El Francés” y dos de sus hermanos, María Magdalena y Pablo Joaquín. En algunos momentos pudo estar a solas con ellos pero casi toda la conversación fue mediada por el militar. Esto sucedió entre junio y septiembre de 1977 y sus hermanos buscaban que él se vaya al exterior con ellos. Hoy se encuentran desaparecidos los dos.
En 1978 se entrevistó con personal de la Cruz Roja y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Recordó la campaña de amedrentamiento que sufrieron en los días previos por parte de los penitenciarios para que no declaren frente a estos organismos.
El 13 de enero de 1980 salió en libertad.

Prosiguió a este testimonio Eduardo Alberto Torres, quien fue secuestrado en la madrugada del 7 de abril de 1976 por personal civil e uniformado del ejército. Fue trasladado al Cuerpo de Infantería Motorizado de la Provincia de Buenos Aires ubicado en 1 y 59, donde fue tabicado y torturado mediante la picana eléctrica.
Es llevado a un campo abierto donde le hacen saber que tenían a su esposa también al hacerle escuchar su voz.
Permaneció durante 20, 25 días más en 1 y 59 destabicado lo cual le permitió conocer las caras de los compañeros con los que se encontraba por primera vez.
Entre el 20 y el 28 de mayo fue trasladado por el Grupo Pluma a la U9 junto a Raíl Castro y Carlos Becchio. Es en ese momento cuando les comunican que estaban al servicio del PEN.
Al llegar al penal, el director era Parenti. Fue llevado al pabellón 11 donde permaneció aislado por tres días. Fue de pabellón en pabellón y presenció como se iban sacando a los presos comunes del penal.
El 13 de diciembre de 1976 relató que se abrieron todas las puertas de las celdas. En el patio había dos filas de personal uniformado con ropa de fajina. “Llovían palos de todos lados.”
Tres celdas hacia el fondo del pabellón de donde se encontraba él, estaba Savala. Vio como un grupo de cuatro o cinco se dirigieron a toda velocidad hacia allí. Del grupo sobresalía una persona robusta que tiempo después se enteró que era el “Oso” Acuña.
Se enteraron que ese día había asumido Dupuy como nuevo director del penal. A partir de ese momento las medidas se empezaron a endurecer. Por ejemplo, el sufría una gastritis aguda con una dieta especial la cual le fue cortada.
“Era un campo de concentración con visitas.”

Por último, habló David Andenmatten, quien fue secuestrado el 27 de mayo de 1976 en la fábrica en la que trabajaba en Córdoba. El 27 de octubre de 1978 un número importante de compañeros, entre los que se encontraba Alberto Pinto, fueron trasladados en avión encapuchados y encadenados. Durante ese viaje, David relató que Alberto sufrió un ataque de epilepsia, al suceder esto comenzaron a tratarlo peor y lo ataron al fuselaje y lo amenazaron con tirarlo porque no le creían la enfermedad.
En la U9 los recibieron a patadas y trompadas, a un compañero (Héctor Ortiz) le reventaron la vejiga, comentó que esta recepción era "como una marca de la casa".
En la U9 estuvo siete meses, en los pabellones 13 y 16; una vez que llegó a esta institución no vio más a Alberto Pinto, quien estaba en el pabellón tres.
Contó que con sus compañeros trataban de proteger a Pinto debido a su enfermedad (ya que sufría de ataques de epilepsia). Recordó que Alberto estaba en un estado de debilidad absoluta por su enfermedad, mientras que los médicos lo revisaban y decían que estaba bien (entre los responsables estaban: Juri(o), Corsi y Herrera), y agregó: "el principal responsable fue Dupuy... también son responsables de lo que pasó los médicos... yo pienso que ningún médico que se considere tal puede permitir eso", Pinto no recibía las medicaciones que necesitaba y sufría ataques cada una semana como mínimo.
El 15 de noviembre de 1978, Pinto fue alojado en los chanchos, "fue algo que nos quedó marcado a todos", recordó el testigo.
Además agregó que en Argentina lo que sucedió "fue un plan sistemático de exterminio nacional físico o psíquico" y que cada centro tenía autonomía en sus decisiones, responsabilizando de los hechos de la U9 a Dupuy: "era muy claro que el plan de exterminio era decidido en cada lugar... Dupuy decidió esa política y la llevó adelante".

Al siguiente día prosiguieron los testimonios, reanudándose el juicio a las 10.20 horas, siendo el primer testigo Eduardo Victorio Paris, quien fue detenido el 29 de Marzo de 1976 en su domicilio en la localidad de Zárate, Provincia de Buenos Aires. A finales de Abril los trasladaron a la Unidad 9, en la cual reconoció que hubo un cambio en el régimen a partir del ascenso del nuevo director del penal en la requisa del 13 de diciembre, día que caracterizó como “fatal”. Además contó que en la misma les pegaron gente ajena a la unidad y que Zabala recibió una fuerte golpiza.
Además recordó que en su estadía en los chanchos recibió visitas de la Cruz Roja, motivo por el cual, según él, fue retirado de la celda de castigos antes.
Luego a él siguió Javier Marcelino Herrera, quien trabajó en el servicio penitenciario desde julio de 1966 hasta el momento de su detención, el 12 de abril de 1976, día en cual un cabo de policía lo esposó, lo encapuchó y lo subió a un carro de asalto.
Luego de pasar la noche en condiciones infrahumanas en el Regimiento de Infantería (1 y 60), fue trasladado a la Comisaría de Arana, donde recibió torturas con picana eléctrica y un simulacro de fusilamiento.
El 1 de agosto llegó a la u9, en la que permaneció cinco años.
Recordó que en la requisa del 13 de diciembre vio a Dupuy, Contini, Vega, al “oso” Acuña y al “nazi”, entre otros.
Estaba Cosso que conducía, pudo ver de refilon a Contini, a Dupuy y a Vega.
Terminados los testimonios, el Tribunal llamó a cuarto intermedio hasta el lunes 31 de mayo.